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La importancia del ocio
Todos sabemos la importancia del trabajo en nuestra vida cotidiana, ya sea físico o intelectual, pero pocas veces se habla de lo fundamental que es tener momentos de ocio, que pueden consistir en descansos, vacaciones, realización de actividades no habituales y elegidas por gusto, etcétera.
Si bien el ocio se asocia a la haraganería y a la no productividad, alternar estos momentos de sana diversión o tiempos para no hacer absolutamente nada, pero que sirven ni más ni menos que encontrarse con uno mismo, con las obligaciones diarias, son fundamentales. Esto no significa que no podamos ser productivos en el tiempo ocioso, ya que podemos dedicarnos a pintar, escribir, hacer jardinaría o leer (si no son parte de nuestras obligaciones, y elegimos hacerlas porque nos proporcionan placer).
Vivir sin trabajar es malo, pero vivir para trabajar también conlleva un riesgo gravísimo para nuestra salud psicofísica, y puede transformarse en una adicción. Muchas personas no saben qué hacer con su tiempo libre, y siguen trabajando y cumpliendo obligaciones, sin darse cuenta que no somo máquinas y tenemos necesidades espirituales para las cuales también necesitamos tiempo. En los niños, hasta la adolescencia, el tiempo de ocio debe superar el de las actividades obligatorias y no elegidas voluntariamente, como el tiempo dedicado al estudio y a las actividades físicas programadas por los docentes y padres; gradualmente el tiempo de ocio podrá ir decreciendo, pero jamás eliminarse.
En los momentos de ocio suelen aparecer también las grandes ideas sobre cómo mejorar nuestra calidad de vida y/o la de los demás, lo que suele denominarse, ocio creador, como lo concebían los antiguos filósofos atenienses, que lo reservaban para los sabios.
Por eso, disfrutemos de espacios de tiempo para nosotros, sin culpas, porque nacimos para ser felices, y eso conlleva obligaciones y también derechos, ambos necesarios.
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