Es un cereal que brinda efectos benéficos a nuestro cuerpo, y consumido moderadamente (100 grs, por día, que aportan 335 calorías) no engorda. Para los vegetarianos es fundamental, ya que posee seis aminoácidos esenciales, sobre todo metionina, vitaminas B1, B2 y vitamina E, y entre los minerales, nos otorga hierro, fósforo, calcio, magnesio y zinc. Contiene ácido linoleico y grasas, pero insaturadas, de las que no se fijan en el cuerpo. Sus hidratos de carbono son una muy buena fuente energética, evitando la sensación de agotamiento. Es diurética, y contribuye a reducir el azúcar en la sangre, por lo que se incluye en la dieta de los diabéticos. También en las de las madres que amamantan, pues contribuye a la producción de leche. Posee almidón, que al liberar glucosa, es reguladora del sistema nervioso.

Regula la motilidad intestinal, al ser fuente de fibra, y posee un componente, los betaglutanos, muy importantes en la lucha contra el colesterol. Está contraindicado para los celíacos.

Se consume en forma de copos o salvado de avena, mezclada con leche, yogur, en sopas, o en croquetas con otras verduras.

La leche de avena, que se prepara cocinando media taza de avena mezclada con un litro de agua, tres minutos luego del hervor, y luego licuando y filtrando la preparación; al aportar tiamina, hierro, Vitamina B, manganeso, fibras y ácidos grasos esenciales, sirve para calmar el estrés, los trastornos digestivos, mejorar la circulación, fortalecer la flora intestinal, reducir el colesterol y proteger el corazón. quita el apetito por lo cual es recomendable en dietas para adelgazar.

Si bien es buena para todas las edades, es especialmente útil en la etapa de crecimiento, y para los adultos mayores.