Este sabroso obsequio natural, presentado como bolas de color carmesí, proviene aparentemente del continente asiático, más precisamente de la zona de la Mesopotamia. Los antiguos médicos griegos ya la consideraban muy beneficiosa para la salud, por sus propiedades depurativas, ya que al contener flavonoides en forma de antocianinas, que a su vez le dan la coloración roja intensa, es ideal para limpiar el organismo de impurezas y toxinas. En una taza de cerezas se concentran 80 mg. de antocianinas.

Estos bioflavonoides y su vitamina C, hacen que disminuyan el riesgo de padecer cáncer, mal de Alzheimer o artritis; y reducen el ácido úrico y colesterol, previniendo la gota y enfermedades cardíacas, respectivamente. Aportan provitamina A o betacaroteno, muy buena para la lozanía de la piel y el cabello, y bastante silicio, proteínas, calcio y fibra, lo que permite un tránsito intestinal adecuado y beneficia la digestión.

También aportan hierro, en especial las cerezas negras, que también poseen más cantidad de potasio y magnesio. Además de las vitaminas A y C ya mencionadas, contienen algunas del complejo B, y vitaminas K y E.

Para tener en cuenta quienes realizan dietas para adelgazar: una taza grande de cerezas otorgan 90 calorías y 22 gramos de carbohidratos. Sin embargo es utilizada en estos regimenes, porque contribuyen a la eliminación de las grasas, con su función depurativa.

Tener en cuenta que las semillas, alojadas dentro de su carozo, son tóxicas.

Las cerezas deben ser consumidas con moderación por los diabéticos ya que 100 grs. aportan aproximadamente 13 gramos de azúcares.