Dentro de las gramíneas, el sorgo es muy resistente al calor y a las sequías por lo cual es un cereal originario de zonas áridas tanto tropicales como subtropicales del este africano. Su cultivo se ha extendido a América, Europa y Asia, especialmente aprovechado en India y China.

Su grano, parecido al del maíz, se usa especialmente para el consumo animal, pero su uso en la alimentación humana, aunque aún es escaso en occidente, es también muy provechoso, en especial para los celíacos ya que no contiene gluten, aunque sí aporta suficientes proteínas, aunque no de alta calidad. Entre sus vitaminas contiene la E, y las del complejo B, lo que le confiere cualidades antioxidantes.

Consumir sorgo ayuda al metabolismo y a contrarrestar procesos diarreicos, ya que es astringente. Posee azúcares pero se liberan de forma lenta, y tiene la aptitud de poder absorber el azúcar refinado, por lo cual es útil en la dieta para diabéticos.

Es óptimo para proteger las mucosas, lo que lo convierte en aliado para contribuir a prevenir o aliviar afecciones del aparato respiratorio, especialmente si hay tos.

Aplicado externamente, en forma de cataplasmas, sirve para desinflamar. Tanto para usarlo en comidas como en cataplasmas, se deben primero hervir los granos, y luego si se quiere obtener harina, triturarlos. Otra forma de consumirlos es tostarlos, como si se tratara de palomitas de maíz. Se utiliza también para preparar bebidas alcohólicas, como cerveza.

Las partes tóxicas del sorgo no están en sus granos, por lo cual el riesgo es en el uso de pastos para la alimentación de animales.